A ti que me miras y me sonríes:
Sí, a ti, la de amplia sonrisa, la de los ojos verdes… no te hagas la despistada, para un poco y escucha todo lo que (te) tengo que decir.
Y es que siempre andas de un lado para otro; alguien diría que te pareces a una ardilla. Sí, eres como ellas, como las ardillas que no paran de saltar y brincar de rama en rama, corriendo por todas partes, ocupadas en todo, y… ¡tal vez en nada!
Sé, sabes, que te haces la loca cuando te hablo todas las mañanas, ahí, frente al espejo, cara a cara y sin nadie más que nos escuche. Te haces la loca, miras para otro lado, y cuando me canso de llamarte, me dedicas una de tus sonrisas y con eso crees que será suficiente. Pero no puedo contigo. No me haces caso. Te pasas la vida exponiéndote al máximo. Me dices que no puedes hacer otra cosa, que eres así y que a estas alturas de la película… ¡imposible cambiar!
Tal vez tengas razón, no lo sé. Llevamos toda una vida juntas, estamos condenadas a ello, así que mejor llevarnos bien, que nunca es tarde…
Sé, sabes, que muchas veces te sorprendo llorando a escondidas, y que no me gusta nada cuando estás así, como que dejas que todo se derrumbe a tu alrededor. También sé que te dura poco el desánimo, pero aún así, dejas que las lágrimas inunden tus bonitos ojos verdes y que no me pueda reconocer en ti cuando me miro. No vuelvas a hacerlo, ¡me cabrea mucho, no sabes cuánto!
Tengo que reñirte, no quiero, pero tengo que hacerlo. También sabes que luego caigo rendida ante tu mirada pícara, cuando me sonríes como ahora… y entonces te creo, creo lo que me dices: que no vas a volver a sufrir, ni a darte por completo, ni a gastar todas tus fuerzas… Te creo cuando me dices que vas a pensar más en ti, en mí, en las dos, que somos las únicas que nos comprendemos de verdad, las que nos tenemos hasta el final, que te/nos vas a querer. Te creo, ¡qué remedio! Aunque sé que a la vuelta de la esquina, en cuanto me descuide, volverás a hacer de las tuyas.
Estoy cansada, hoy estoy cansada, me miro y no te encuentro, lo mismo te has ido a dormir un rato después de tanto jaleo. Descansa, descansa, guapa, y luego me cuentas, luego charlamos un rato, cuando hayas leído estas líneas.
Sale el sol, da gusto dejarse acariciar por él. Una lástima que estés dormida…
Un beso. Me voy, te dejo tranquila…
Siempre tuya… Yo misma.
Foto: Antonio Texto: Edurne
Sí, a ti, la de amplia sonrisa, la de los ojos verdes… no te hagas la despistada, para un poco y escucha todo lo que (te) tengo que decir.
Y es que siempre andas de un lado para otro; alguien diría que te pareces a una ardilla. Sí, eres como ellas, como las ardillas que no paran de saltar y brincar de rama en rama, corriendo por todas partes, ocupadas en todo, y… ¡tal vez en nada!
Sé, sabes, que te haces la loca cuando te hablo todas las mañanas, ahí, frente al espejo, cara a cara y sin nadie más que nos escuche. Te haces la loca, miras para otro lado, y cuando me canso de llamarte, me dedicas una de tus sonrisas y con eso crees que será suficiente. Pero no puedo contigo. No me haces caso. Te pasas la vida exponiéndote al máximo. Me dices que no puedes hacer otra cosa, que eres así y que a estas alturas de la película… ¡imposible cambiar!
Tal vez tengas razón, no lo sé. Llevamos toda una vida juntas, estamos condenadas a ello, así que mejor llevarnos bien, que nunca es tarde…
Sé, sabes, que muchas veces te sorprendo llorando a escondidas, y que no me gusta nada cuando estás así, como que dejas que todo se derrumbe a tu alrededor. También sé que te dura poco el desánimo, pero aún así, dejas que las lágrimas inunden tus bonitos ojos verdes y que no me pueda reconocer en ti cuando me miro. No vuelvas a hacerlo, ¡me cabrea mucho, no sabes cuánto!
Tengo que reñirte, no quiero, pero tengo que hacerlo. También sabes que luego caigo rendida ante tu mirada pícara, cuando me sonríes como ahora… y entonces te creo, creo lo que me dices: que no vas a volver a sufrir, ni a darte por completo, ni a gastar todas tus fuerzas… Te creo cuando me dices que vas a pensar más en ti, en mí, en las dos, que somos las únicas que nos comprendemos de verdad, las que nos tenemos hasta el final, que te/nos vas a querer. Te creo, ¡qué remedio! Aunque sé que a la vuelta de la esquina, en cuanto me descuide, volverás a hacer de las tuyas.
Estoy cansada, hoy estoy cansada, me miro y no te encuentro, lo mismo te has ido a dormir un rato después de tanto jaleo. Descansa, descansa, guapa, y luego me cuentas, luego charlamos un rato, cuando hayas leído estas líneas.
Sale el sol, da gusto dejarse acariciar por él. Una lástima que estés dormida…
Un beso. Me voy, te dejo tranquila…
Siempre tuya… Yo misma.
Foto: Antonio Texto: Edurne