domingo, 30 de agosto de 2009

DESDE MADRID CON AMOR (Crónicas del Foro XXVII)














































































Agoniza este mes de descanso general. Agosto llega a su fin y el martes empezaremos con nuestra rutina: en mi caso nuevo curso escolar.

Estoy en Bilbao desde el domingo a la noche, pero cuelgo estas Crónicas del Foro ahora porque ya está comprobado que las visitas a la orilla han descendido notablemente.

Madrid en agosto está casi vacío, se puede aparcar sin dificultad en las zonas más problemáticas, y así, acercarte al Reina Sofía, al Retiro…

El Reina Sofía ha cambiado su propuesta museística, es decir, los cuadros, los grabados, esculturas y otro tipo de soporte artístico, se presentan ahora agrupados por temática, y a tal fin el Museo del Prado ha hecho una serie de préstamos.
La propuesta no es excesivamente impactante, está bien, sólo es otra forma de ver, de mirar… el arte.

Me quise “retratar” junto a un Miró de gran tamaño, y posé con una de esas esculturas inquietantes de Juan Muñoz (recordarán ustedes que el año pasado hubo una retrospectiva de él en el Guggenheim y de la que esta Orilla dio debida cuenta). El Reina Sofía es uno de esos museos que no agobia demasiado, que si no quieres empaparte de cuadros y demás, simplemente puedes dejarte llevar por sus pasillos (fue un antiguo hospital) o descansar en su claustro.
A la salida te espera el bullicio de Atocha, y el de las obras que adornan todo Madrid (como en todas las ciudades).

También tuvimos tiempo para hacer un viajecito a Cuenca. Recuerdo que lo que venía en los libros de texto en mi época de estudiante infantil era: “Cuenca-Ciudad Encantada”.
Pensaba que la misma ciudad era una ciudad encantada a cuenta de sus famosas casas colgadas, pero la “Ciudad Encantada” se encuentra a unos 40 kilómetros de la propia ciudad, y es un paraje de naturaleza calcárea de la época del Cretácico, cuando toda aquella zona estaba inundada por las aguas, por el llamado Mar de Thetis, y del que hoy en día solamente queda el Mar Mediterráneo. Pues bien, las formaciones rocosas que pueblan la serranía conquense en esa parte son realmente fascinantes, y no me extraña nada que hayan dado el nombre de “Ciudad Encantada” a todo el conjunto.
La Naturaleza es caprichosa y toma formas nada ortodoxas. Gargantas de ríos con aguas casi irreales, buitres leonados en busca de su comida, cielos azules y algodonosos, rocas con recovecos de cuento... Aquí dejo una pequeñísima muestra porque, fotos, sacamos una barbaridad de ellas, ¡para no variar!

Y de Cuenca ciudad, pues… es pequeña, muy pequeña, más bien parece un pueblo grande. Las Casas Colgadas son unas pocas, al menos las que siempre salen en las fotos, en los recuerdos… Tiene una Catedral muy peculiar, la fachada parece ser casi de papel, vista de perfil. Hay unos cuantos conventos (de Las Petras, de Las Esclavas…), y hasta vimos monjitas de clausura rezando el rosario en uno de ellos, parecían palomas, todas de blanco y con esas tocas vaporosas y enormes.

El Foro tendrá que esperarme unos días, así le doy tiempo para que afloje el calor, ¡que ya toca!

Fotos: Antonio y Edurne

























sábado, 22 de agosto de 2009

CRÓNICAS VIAJERAS III (Praga)




















































































Y el periplo centroeuropeo cierra con broche de oro, Praga. Dorado por el color de muchas de sus torres y cúpulas, y porque Praga es una ciudad “dorada”, es grande pero recoleta, es entrañable, es acogedora, manejable, es… Praga, ¡una joya!

Praga, Praha, es la capital de la República Checa, de Chequia, y ahí, después de la separación de la antigua Checoslovaquia, me parece a mí que Chequia ha salido ganando, en detrimento de su vecina, Eslovaquia.

Nuestra llegada a Praga, a través de carreteras de la zona de Moravia y Bohemia, fue tranquila. Dos cosas llamaron mi atención: la casi total ausencia de animales en sus campiñas, apenas unas cuantas reses diseminadas y nada más… y, campos y campos de una planta desconocida por mí, muy alta, como si fueran tomateras pero en plan salvaje. Más tarde supe que era lúpulo. ¡Claro, lúpulo, cerveza… la famosa cerveza checa! Y es que hay que decir que Chequia tiene una fama bien ganada en esto de la cerveza, en la producción y en el consumo.

Praga, la ciudad de las torres. Mires por donde mires se levanta alguna torre. Torres de un corte especial, con un encanto que te hace sentir como en un cuento de hadas.
Calor, al llegar a Praga, el calor nos recibió descarado y desafiante. Y nosotros, sufridos turistas, aguantando el tipo como Dios manda. ¿Quién dijo que la vida del turista era fácil?

Una visita a pie de la ciudad, partiendo de la famosa Torre de La Pólvora, caminando por sus calles, muchas de ellas que desembocan en la Plaza del Ayuntamiento, sí, allí es donde está el famoso reloj astronómico. Reloj que no hay quien entienda, o sea, para saber la hora, mejor acercarse al que está en un lateral de la torre, porque el primero sólo es entendible por astrólogos y astrónomos, pero, una maravilla de reloj, ¡sí señor! He de confesar que lo imaginaba más grande, con mayor empaque, no sé… A las cuatro en punto de la tarde fuimos testigos de esa excursión que se marcan los apóstoles desde las ventanitas, y de la llamada de La Muerte y del canto del gallo… Estoy hablando del carillón del reloj astronómico. Y todos los turistas que allí estábamos, sacando fotos y aplaudiendo. ¡Ya ven, si somos como niños!

Muchísima gente. Al ser una ciudad “protegida”, los autobuses y coches (salvo excepciones) no pueden circular por el centro histórico. Y al igual que en Viena y Budapest, ¡tranvías! No había otra que patear la urbe. Terminamos cansados pero sorprendidos gratamente por lo que nuestros ojos veían.

En Praga, lo mismo que en Budapest y en Viena, también hay río, de los que marcan la vida de la ciudad. Aquí las aguas toman el nombre de Moldava.
Y la ciudad se divide en dos: Ciudad Nueva y Ciudad Vieja, aunque la primera… de nueva nada, que tiene sus cientos de años, no crean.

Praga nos concedió un día más, y eso era lo mejor del viaje, terminar con ella.

Seguro que todos ustedes habrán oído hablar del archifamoso cristal de Bohemia, ¿verdad? A cada paso había una tienda especializada en cristal de Bohemia. Pero no, yo no me arriesgue con el finísimo cristal.

También nos dimos una vuelta por el Barrio Judío, visitando algunas de sus sinagogas ( la más bonita, la llamada Sinagoga Española, que más bien parecía una mezquita, por la ornamentación), sus casas, sus tiendas…

Las vistas desde la parte alta son sorprendentes, verdes, azules, doradas…
El Barrio del Castillo guarda en su interior sorpresas para el visitante: El propio Castillo de Praga, sus patios de armas, sus salas donde desde una de ellas fueron arrojados por la ventana (defenestrados) por los nobles calvinistas (doctrina mayoritaria en Bohemia) los dignatarios del recién nombrado emperador Fernando II, católico, dando lugar así al comienzo de la Guerra de los Treinta Años, una de las tantas guerras de religión acontecidas en tierras europeas. Todo eso ocurrió en el siglo XVII.
También nos sorprenderá en este paseo por el Barrio del Castillo la magnífica catedral gótica, y sus callejas, sus casitas, en una de las cuales solía alojarse Kafka para escribir.

Decir Praga es decir Carlos IV, el rey más famoso de los checos. Carlos IV lo impregna todo con ese aroma carolingio que se traduce en Puente, puente sobre el río Moldava, en Universidad…
Y también es Wenceslao IV, otro de los reyes importantes. Bajo el reinado de este último tuvo lugar uno de los hechos que han marcado la historia checa: la insurrección husita. Juan Hus era un clérigo que se permitió criticar a la Iglesia, a las prebendas que ella mismo se concedía, a las licencias que se tomaba… y claro, eso, suele traducirse en escisión, en este caso en las “Guerras Husitas”.
Chequia, al contrario de Hungría y Austria, que son mayoritariamente católicas, es protestante, calvinista, husita, imagino que el rito judío seguirá practicándose, o simplemente agnóstica. El culto católico es escaso, pero existir, existe.

Tuvimos un día más para hacer una excursión a la ciudad-balneario de Karlovy Vary, que como su nombre indica, tiene mucho que ver con el ya nombrado rey Carlos. Cuenta la leyenda que un día andaba por aquellos pagos el rey con sus amigos de cacería, y que uno de los perros, al saltar sobre uno de los pequeños charcos cayó en él, y lo rescataron escaldado. Las aguas de aquella zona eran anormalmente calientes. De ahí a convertirse en lo que es hoy en día han pasado unos cuantos años.
Hasta allí han viajado y viajan personajes ilustres, a tomar las aguas, ya saben, que queda muy bien, ¿dónde va usted? A tomar las aguas.
Carl Marx estuvo en tan singular ciudad, siguiendo un tratamiento termal, rodeado de comodidades, mientras escribía su famoso “El Capital”, ¿qué les parece? Paradojas de la vida.
La ciudad preciosa. Construcciones que compiten entre ellas por ese glamour tan al estilo de la Costa Azul, de Biarritz… Las aguas, clasificadas en distintas temperaturas, se toman con unas jarritas especiales, que están en las manos de casi todo el mundo, grande o chico, y en los escaparates de todas las tiendas. Sí, me traje un par de ellas.

Y llegó el último día. Madrugón y a las siete de la mañana, supuestamente, de vuelta. Y digo supuestamente pues con esto de los aviones, ya se sabe.
Todo marchaba sobre ruedas. Y sobre ruedas se desplazaba nuestro airbus por la pista de despegue, haciendo ruido y todo, cuando, oh, cielos, el avión que frena, que da la vuelta y que nos devuelve al punto de partida. Nerviosismo entre el pasaje (no era para menos). Agua, zumos para calmar los ánimos y que tranquilos, que habían detectado un pequeño fallo técnico y que esperaban subsanarlo enseguida. Nada, por fin nos invitaron amablemente a descender del avión. Susto, miedo, incertidumbre… Unas horas de espera y al final, después de recoger nuestras maletas, nos trasladaron a un hotel de cinco estrellas junto a la terminal 1 del aeropuerto. Un día perdido. Y la incógnita, como una espada de Damocles, que pendía sobre nuestras cabezas: ¿volaríamos al día siguiente?

Y llegó el día siguiente, otro madrugón, otra vez el mismo proceso de facturación, seguridad, espera… y la hora de despegue que iba sufriendo retrasos, y los ánimos que se caldeaban… y que al fin sí, tarde pero embarcamos. Se imaginarán ustedes cómo estábamos: pilotando todos a una, como los de Fuente Obejuna (abro este paréntesis para hacer una pequeña referencia a la forma de escribir el nombre del pueblo cordobés, puede escribirse, y así está admitido por la RAE, tal y como lo he escrito o de las siguientes formas: Fuenteovejuna, Fuente Ovejuna). Al llegar a Bilbao, aplausos y más aplausos, y respiraciones de tranquilidad. ¡Uf!

Hace dos años se nos atravesó este viaje, ahora lo hemos podido hacer pero… con final raro. Aún así, yo, volvería a Praga.

Agradezco la atención prestada, aunque hayan sido pocos los chapoteadores, pero ya se sabe, estamos en verano, el calor, las vacaciones, la pereza…
Espero que hayan disfrutado con las fotos y la narración de estas Crónicas Viajeras.


*Creo que me he hecho un pequeño lío al colocar las fotos, por obra y gracia de los duendecillos del calor, seguro, así que ruego disculpas.
De la 5 a la 15 pertenecen a Karlovy Vary, el resto, son de Praga.
Gracias.


Fotos: Antonio y Edurne